Quizá algunos corredores no salgan de su asombro, ante este titular. “Ah, ¿que hay que limpiar las zapatillas de running?, ¿en serio que se lavan?», se preguntarán. Cuento con ello.
Pues sí, querido/a. Si no tienes por costumbre la práctica de relajante ritual del lavado de tus zapatillas, estás acortando su vida útil. Por lo menos, parcialmente.
Me explico: entre las fibras de la cubierta textil (upper) de la zapatilla, se instala polvo, polución, barro e incluso, tu propio sudor, y con ello, todo tipo de bacterias que puedan procrear en ese entorno tan apetecible. Esto hará que el tejido quede obstruido, hasta el punto de llegar a mermar sus cualidades (en casos extremos, claro está).
Así mismo, esas pequeñas partículas que se han ido incrustando, irán acartonando el tejido, restando -también- flexibilidad, elasticidad, capacidad de adaptabilidad, y en un ejercicio de deliberada maldad, funcionarán como diminutas y abrasivas lijas.
Esa fricción entre tejido y partículas rígidas, como las anteriormente mencionadas, provocará roturas con la flexión del tejido, propia del movimiento repetitivo al correr.
Por tanto, el buen mantenimiento, hará que nuestras zapatillas tengan una digna vejez, y cuando la amortiguación ya no dé más de sí, o del dibujo de la suela no quede ni el recuerdo, podremos hacerlas servir para labores más mundanas, alejadas de dorsales y series.
Dicho esto, sigue estos 4 pasos para limpiar las zapatilla de running y verás cómo -casi- pensarás que estás estrenando zapatillas.
Paso 1. Ponlas en remojo
Cuando llegues a casa, pon tus zapatillas en remojo en un cubo de plástico o palangana. El agua debería estar tibia. No hagas nada. Mételas dentro y vete a la ducha. Ah, y saca la plantilla interior.
Mientras, la suciedad, polvo, e incluso el barro si vienes de la montaña, se irá desprendiendo de la zapatilla de forma natural. Vacía el agua sucia del cubo, y vuelve a llenarlo con agua limpia para acometer al segundo paso.
Paso 2. Hora del cepillado
Importante: afloja los cordones al máximo, verás en ellos las marcas que pondrán en evidencia el abandono que han padecido. De paso, será un buen comienzo para que empiecen a disfrutar de una nueva vida con lustre y mejor aspecto. Al estar aflojados, podrás incidir en las zonas más perjudicadas.
Mientras, en el tiempo que las zapas han estado en remojo, habrán perdido gran parte del “sobrepeso-barra-porquería” que traían de tu salida. En este punto, es el momento para atacar la segunda parte del proceso, para lo que necesitaremos un enorme despliegue de material, costoso y difícil de encontrar (guiño-codazo-guiño): dos cepillos, jabón neutro y cariño.
¿Dos cepillos? Dos cepillos. El más suave que encuentres (en uno de esos comercios donde igual compras una fregona que un cesto para que dormite tu mascota), será para frotar suavemente el upper, de modo que no causemos destrozos en el tejido. Un cepillo demasiado rígido, podría causar micro-roturas en los filamentos (tejido), con lo que ello comporta, no solo a nivel estético, sino también funcional, al degradar el material base.
El segundo cepillo, ese sí, debería ser más rígido, para frotar la suela y en algunos casos la mediasuela. Y digo en algunos casos, porque si la mediasuela de tus zapatillas tiene algún tipo de decoración, logotipo, o serigrafía, con este cepillo podrías armarla a base de bien.
Por tanto, si no eres demasiado “manitas”, utiliza para la mediasuela (amortiguación) el mismo cepillo que para la cubierta, no vayamos a liarla.
Vierte un poquito de jabón líquido sobre el tejido de la zapatilla, y otro poquito sobre el cepillo, y a frotar. Repito: realiza estas operaciones con cariño, como si aplicaras a tu pareja crema solar en la playa.
Ves combinando; cepillado, chorrito de agua, cepillado, chorrito de agua….Así, se irá desprendiendo la suciedad más tozuda. No temas crear espuma. Incide en las zonas donde más resisten las manchas, y también en los cordones. Frota la zona interna de la lengüeta, y los acolchados del collar.
Con la zapatilla bien embadurnada de jabón, vamos con el siguiente paso.
Paso 3. Aclarado
Poco secreto tiene este paso, la verdad. Si tienes un fregadero en tu garaje, perfecto, es el sitio ideal. Si no es así, confórmate con el plato de ducha o bañera. Yo lo hago así, y tampoco me está tan mal. Únicamente deberás dejarlo todo bien limpio, como debería estar antes de tu sesión de bricolaje zapateril. En caso contrario, se sortea un sartenazo, y puedes ser el agraciado. En eso, si que me ha tocado el gordo más de una vez…
Asegúrate de que no quedan restos de jabón en las zonas acolchadas. Frota enérgicamente (aunque con cariño) con las manos, ves escurriendo lengüeta y collar. No descuides el interior. Tampoco hace falta un chorro a gran presión, ni el grifo abierto a todo correr (responsabilidad en este sentido).
Realiza la misma operación con la plantilla, que habíamos extraído en el paso 1.
Paso 4. Secado
Último y sencillo paso, con el que completaremos nuestra operación: limpiar zapatillas de running. Pero ojo, no bajes la guardia, en este último paso, hay mucho margen para perpetrar alguna fechoría.
Primero, busca un sitio donde preferiblemente circule el aire, y por supuesto, nada de ponerlas al sol, o encima del radiador. La cosa está, en que las zapatillas han de secarse de forma natural.
Y para acabar -y aquí es donde mayores metidas de patas se ven-, nada de meter papel de periódico en el interior, bajo la excusa de extraer la humedad.
El papel de periódico lleva tinta (obvio), por tanto, si no quieres leer las fluctuaciones del IBEX35 emborronadas sobre tu zapatilla, deja el periódico cumpla su propósito original, entre el cual, no figura secar el interior de tu zapatilla.
Por lo tanto, no metas nada en el interior, deja que el aire que circule libremente por tu zapatilla. Él se encargará de secarla, no quieras acelerar lo que se acabará produciendo de forma orgánica.
Y por último, solo queda volver a posicionar bien los cordones, e introducir la plantilla. Si guardas las zapatillas dentro de su caja original, procura meter una bolsita secante de silica, para que absorba la humedad. Si tienes el espacio limitado, mételas dentro de un zapatero, ahí no me meto.
Y ya está. No hay más secreto para limpiar las zapatillas de running. Únicamente un poco de cariño, y no demasiada paciencia. Alarga con estos sencillos pasos la vida de tu zapatillas y «re-estrénalas» cada vez que las limpies.
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