Para conocer y entender el comportamiento de una zapatilla, irremediablemente hemos de fijarnos en la amortiguación.
Este elemento es el alma. El ADN, el código genético de la zapatilla, y en consecuencia, el elemento que determinará su carácter.
En un modelo de asfalto, es el elemento esencial para descubrir sus pretensiones; a qué público va dirigido, para qué distancias está pensado, atendiendo así mismo, si el peso del corredor encaja en sus especificaciones, y si es funcional para los ritmos que se pretenden alcanzar.
En las zapatillas de montaña, hay otro elemento que colabora de forma activa en el comportamiento, y es la suela. Ese binomio (suela-mediasuela) en los modelos de trailrunning, es esencial para del mismo modo, atender a otras variables que en la montaña resultan complejas, y en las que -efectivamente- intervienen un mayor número de factores.
Por ejemplo, en un modelo para trail, además del peso del corredor, distancias y ritmo (a mi juicio, este último de relevancia condicional para el corredor popular), se añade el tipo de terreno en el que se desarrolla la actividad.
Este dato es de significativo, al existir innumerables configuraciones de suela; para terrenos técnicos, compactos y firmes, duros y sueltos, blandos y descompuestos, además de las específicas para nieve, por poner varios ejemplos.
La importancia de la amortiguación
De la dureza y por tanto, comportamiento de la espuma escogida, dependerá el resultado que obtengamos en forma de suavidad, ya que la misión de la amortiguación (o mediasuela) es absorber la fuerza del impacto y devolvérnoslo en forma de “energía”, aunque yo prefiero utilizar el término impulso o retorno.
En consecuencia, la primera misión que se le encomienda a la amortiguación, es que ese impacto contra el suelo, sea lo más progresimo y gradual posible.
Ten en cuenta que la fase de aterrizaje, dura alrededor de 250 milisegundos, y que los primeros 50 milisegundos son esenciales en la recepción de ese impacto.
Es posible que esa cifra te diga poco. Por eso, voy a ponerla en contexto: cuando parpadeas, tu organismo emplea 300 milisegundos en realizar dicha acción. ¿Se entiende ahora, verdad?
Si consideramos que el 90% de los corredores impactan contra el suelo con el talón o retropié (precisamente la opción menos recomendable), entenderemos por qué las marcas ponen especial interés en situar la mayor parte de la amortiguación en el talón, de manera que nuestro impacto -o percepción de él- sea menos traumático.
En esta fase de recepción en forma de impacto, irremediablemente la velocidad se ve reducida. ¿Cuál es el motivo? Esencialmente viene determinado por el ángulo de nuestro pie al impactar o la longitud de la zancada.
De ahí -entre otros motivos- es por lo que es recomendable tener una buena técnica de carrera, es decir, entrar de ante, o mediopié.
Esta técnica correcta y depurada, varía nuestra cadencia, la alineación de nuestro eje vertical, resultando así, en la óptima posición para correr.
Nuestra amortiguación «natural»
Nuestro cuerpo es inteligente, y está diseñado para contrarrestar las vibraciones resultantes del impacto repetitivo, de modo que por ejemplo, la visión no se vea afectada. Es un detalle que damos por sentado, pero que en sí mismo, es una maravilla.
Traemos “de serie” una extraordinaria amortiguación somática, que se re-equilibra constantemente, por ejemplo, en forma de músculos que se contraen, pero no está de más que le demos alguna asistencia extra, como puedan ser las zapatillas amortiguadas, aunque como en todo, hay quien piensa y argumenta lo contrario.
Así mismo, hemos de tener en cuenta que para que el cuerpo “se equilibre”, ha de consumir una cantidad determinada de energía. Energía que “desperdiciamos”, porque no es resulta útil para propulsarnos, por ejemplo.
Excesiva amortiguación
Solo has de dar un vistazo a las webs de las marcas líderes en calzado de running, para corroborar que los perfiles altos (zapatillas con mucha altura de amortiguación), han acaparado sin rubor gran parte del mercado.
Hay -demasiadas- ocasiones en las que NO necesariamente una mayor altura de la amortiguación, hace que ésta sea más suave, pues aquí interviene la densidad (dureza) que se haya escogido para el compuesto.
Por otro lado, cuanto más suave y esponjoso sea el tacto de la mediasuela, más lenta va a ser la zapatilla.
Reflexiona en esto: si pudieses ver el impacto de una zapatilla contra el suelo a través de una cámara de alta velocidad, comprobarías el tiempo que discurre desde que se comprime la amortiguación, hasta que recupera su forma inicial. De ese modo, confirmarías visualmente que todo ese tiempo, se está en contacto con el suelo.
Buscando el equilibrio
Las marcas cada vez más centran su atención, en forma de recursos técnicos y económicos en desarrollar compuestos que tengan una buena capacidad inicial de absorción (impacto), y un alto grado de rebote (recuperación).
Si el compuesto no tiene alta resiliencia, y no es capaz de volver a su posición original en el menor tiempo posible, en los próximos y sucesivos impactos no ofrecerá todo su recorrido útil, y colisionaremos contra el suelo con menor porcentaje disponible de amortiguación.
Para ilustrar esto, recuerda qué sucede cuando hinchas una colchoneta y pisas el inflador sin esperar a que suba hasta arriba. En la siguiente manchada, no estarás aprovechando todo el potencial que ofrece.
En este punto, quiero que te quedes con esta idea: todo el tiempo que transcurre entre la compresión y extensión de la amortiguación, es tiempo que estás en el suelo.
Por tanto, lo ideal (y el quebradero de cabeza de las marcas), es encontrar una amortiguación lo suficientemente cómoda para adaptarse a distintos ritmos, y que resulte agradable en todos, o la gran mayoría de ellos, y que ofrezca un rebote efectivo y controlado.
Precisamente, y al hilo de todo esto, surge la tendencia actual de las placas de carbono en combinación con perfiles inusualmente altos (especialmente en zapatillas de competición) y densidades bajas; sobre la mediasuela recae la responsabilidad de proporcionar comodidad, y en la placa (carbono o cualquier otro material semi-rígido) la del retorno y eficiencia en la zancada.
Bien es cierto, que estas espumas de altas prestaciones, ya ofrecen un retorno eficaz, hasta el punto de que por sí mismas, y sin carbono, resultan suficientes para la mayoría de corredores populares.
¿Qué sucede con los perfiles demasiado altos?
Para concluir, ten en cuenta que no todos los corredores se adaptan a los perfiles altos. Hay usuarios a los que una altura excesiva, combinada con una amortiguación blanda, les genera inestabilidad, y por tanto, se sienten inseguros.
A esto podemos añadir las preferencias personales, ya que si en tu caso te gusta la sensación de ir más cercano al suelo, o saber qué sucede bajo los pies, deberías optar por perfiles moderados y compuestos de mayor firmeza en su amortiguación.
En zapatillas de montaña, la complejidad y variedad del terreno pone en serios aprietos el comportamiento de los distintos tipos de amortiguación. Una amortiguación blanda, por lo general no encontrará su lugar en zonas técnicas, haciendo que la precisión de nuestro apoyo sea deficiente.
En este punto deberíamos considerar perfiles medios, capaces de ofrecer un tacto más detallista, que contenga las inercias o “flaneo” del elemento amortiguante.
Pero tal y como decía al principio, en la montaña intervienen varios actores, como podrían ser la distancia. Por ello, en zapatillas para ultradistancia, por poner un ejemplo, lo común es ver perfiles en torno a los 30 milímetros, con un tacto tirando a blando, y en algunos casos,, con algún tipo placa interna, ya sea para mejorar la estabilidad, protegernos de los elementos del terreno, u ofrecer mayor rendimiento en terrenos poco técnicos y sin grandes desniveles.
Como ves, todo un mundo complejo y apasionante.
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