Suena paradójico y más en una sociedad ultra digitalizada con las redes sociales y todo el mundo compartiendo lo rápido que ha corrido. Parece que correr lento sea negativo, pero hasta los atletas más rápidos del mundo, reducen mucho el ritmo en sus rodajes para correr más rápido.
Las carreras fáciles contribuyen al funcionamiento eficiente de los sistemas cardiovasculares, respiratorios y musculares. Esto facilita una mejor integración de los diversos sistemas del cuerpo. A su vez, reduce el esfuerzo en los días de carreras más rápidas. Las carreras más lentas también entrenan las fibras musculares de contracción lenta (tipo I), esenciales para mantener el ritmo en distancias largas.
Aunque las carreras más rápidas pueden contribuir al desarrollo muscular, las carreras más lentas son beneficiosas para la adaptación de tendones, ligamentos, articulaciones y huesos al estrés de correr. Fortalece estos componentes sin causar un estrés inmediato que podría llevar a una lesión.
Además, las carreras más lentas promueven una forma de correr más eficiente, ya que brindan la oportunidad de centrarse en la técnica. Las carreras más rápidas desvían la sangre lejos del cerebro para satisfacer las demandas de oxígeno del cuerpo, reduciendo la concentración. Reducir la velocidad facilita la concentración en la forma.
Finalmente, correr más lento ofrece beneficios mentales, fomentando la atención en el tiempo de actividad en lugar de la velocidad. Esta mentalidad ayuda a superar barreras mentales y molestias físicas, especialmente en las etapas finales de una carrera larga.
Una alternativa es correr con un amigo ligeramente más lento. Esto no solo ayuda a controlar la tendencia a acelerarse, sino que también nos aporta motivación adicional, como es ayudarles a alcanzar una nueva distancia o un tiempo personal récord.
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