El resolado de zapatillas, es un tema ciertamente controvertido, y no exento de debate; se trata de alargar la vida de las zapatillas, poniéndoles una suela nueva, cuando la de origen no da más de sí.
Actualmente, muchos talleres de reparación de calzado han visto una interesante vía de negocio con el aumento y consolidación del running (o trailrunning). Estos negocios, generalmente pequeños talleres «de barrio», que antaño cambiaban las tapas de los zapatos de tacón, y sustituían las suelas desgastadas de cuero de los mocasines de los domingos, ahora ofrecen la posibilidad de escoger entre varios tipos de suelas para nuestras zapatillas. Así, se benefician de una cuota de mercado interesante, y lo más importante; con gran demanda.
Vibram, la mejor opción
Por razones obvias (durablidad, adherencia y prestigio), la marca que domina en este sentido, es Vibram. Los italianos suministran unos modelos -casi- específicos a estos talleres. Se trata de unos diseños destinados a tal fin, y por tanto, diferentes a los que montan las marcas (con alguna excepción), que suelen ser diseños específicos para un modelo en concreto. En este sentido, los grandes fabricantes de zapatillas, dedican muchos recursos a diseñar sus propias suelas, adaptándolas a cada zapatilla con una especificidad en ocasiones abrumadora, en función del terreno y uso al que se destinen.
En el caso que nos ocupa en este artículo, hay varios diseños de suela que puedes encontrar en la mayoría de estos talleres. Seguro que alguno de ellos, se ajusta al tipo de terreno habitual en tu zona de entreno, y también a tus preferencias. Por otro lado, entendemos que es la propia Vibram la que da algún tipo de formación a las tiendas. De esta forma, consiguen una especie de «certificación» (en la entrada de establecimiento, normalmente puede verse un adhesivo con el logotipo de Vibram) que valida al taller para hacer ese tipo de sustituciones, aunque ciertamente, he visto de todo; desde lo más chapucero, hasta trabajos realmente finos, que prácticamente podrían hacer pasar la zapatilla como salida de fábrica.
En una zapatilla, y especialmente si se trata de un modelo de montaña, el desgaste de la suela, generalmente es mucho mayor, produciéndose con mayor rapidez que en el resto de componentes. Ante esto, hace años, tan solo nos quedaba la opción de dejarla para el día a día, relegadas a labores mundanas y generalmente poco agradables. Ahora, gracias a este servicio de reparación y sustitución, podemos tener una suela totalmente nueva, para continuar utilizando nuestra zapatilla. Pero la cuestión esencial es: ¿cuándo es conveniente o -mejor dicho- aceptable realizar esa reparación?
¿Vale -siempre- la pena resolar unas zapatillas?
Para entender este punto, hay que saber dónde está el «alma» de la zapatilla. La parte «viva» de una zapatilla, está ni más ni menos que en la mediasuela (la amortiguación), y empleo este símil de vida, porque realmente, es el elemento más activo de la zapatilla, ya que tiene un desempeño muy exigente. La suela, evidentemente que lo tiene, pues nos mantiene en contacto directo con el suelo, soportando las inercias y la abrasión causada por la superficie, pero la mediasuela, es la que en un segundo término, y después de la suela, absorbe el impacto, zancada tras zancada.
Por ello, hemos de ser conscientes del abuso al que se somete la mediasuela. Y fíjate, para que entiendas mejor ese enorme esfuerzo te lo ilustro con un dato: en cada impacto, en cada pisada de nuestro ciclo de carrera, las zapatillas soportan nuestro peso, multiplicado por 3. Por tanto, un corredor de 70 kgs., hará que sus zapatillas tengan que sostener 210 kgs. en cada impacto.
Así pues, por este motivo, la mediasuela, ha de estar lo suficientemente «viva» (y de nuevo empleo ése término), para recuperar su forma original, entre zancada y zancada. Imagínate: entre cada impacto sobre el suelo, ha de volver a su estado original. Y esto, si la zapatilla suma 800 kilómetros, o más, se ve reducido. Y te diría, que incluso bastante antes. Esto también dependerá del compuesto de la mediasuela y de su capacidad de saturación.
¿Cuándo resolar unas zapatillas?
Con todo lo que te he explicado hasta ahora, posiblemente te preguntes: ¿cuándo es conveniente resolar unas zapatillas? Te voy a responder con mi experiencia, con lo que YO hago. Cuando decido resolar una zapatilla, porque me gusta, sé que me funciona bien, ya sea por características, o porque sencillamente, me resulta muy cómoda y funcional, lo hago prácticamente cuando está nueva. Incluso, sin llegar a estrenarla (posiblemente no sea el primer par de ese modelo y sé que me funciona bien).
En algunos casos, he salido a correr con una zapatilla, y veo que la suela de origen queda limitada o quizá, con alguno de los modelos que hay disponibles para sustituir, la mejora va a ser sustancial. En este momento, es cuando determino el cambio. Así pues, escojo una zapatilla que me gusta, a la que le voy a sacar rendimiento, y en la que voy a notar un cambio y mejora significativa con la nueva suela.
Lo que siempre evito, es realizar esta operación cuando la zapatilla se acerca peligrosamente al final de su ciclo de vida útil. En ese punto, creo que no tiene sentido. Es como tener un coche viejo, y ponerle unos asientos de piel. Insisto; esta es mi opinión, como yo lo hago, y como a mi me va bien. En un próximo artículo, te explicaré las mejores opciones para resolar tus zapatillas.
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