¿Qué se siente al correr un maratón?

El maratón es una disciplina que nos hará experimentar sensaciones muy dispares a lo largo del recorrido. Foto: MAPOMA / Zurich RNR Madrid.

Correr un maratón es un auténtico sueño para muchos corredores populares, una prueba con una idiosincrasia diferente que logra hacernos experimentar sensaciones muy dispares desde la salida hasta la meta. Y es que un maratón es como un pequeño viaje emocional donde nuestra mente y nuestro cuerpo pasarán por muchos estados posibles, varios de ellos como fiel reflejo del rendimiento en la carrera. Si eres maratoniano seguro que te identificas con esta selección que hemos realizado de los «estados» para responder a la gran pregunta. ¿Qué se siente al correr un maratón?

CONCENTRACIÓN. Al principio todo es jarana, risas y charlas con los demás, pero la cosa se empieza a poner seria una vez pasamos el medio maratón, cuando llegamos a ese territorio en el que aparecen los achaques de la propia competición. Sabemos que la carrera “empieza ahí”. Es momento para concetrarse, correr con cabeza, mirar los ritmos y empezar a administrar la energía con sabiduría.

DESCONCIERTO. Puede ser para bien o para mal. En nuestros entrenamientos rara vez hemos superado los 30 kilómetros de carrera continua y, a partir de ahí, en un maratón nunca sabemos con certeza lo que va a ocurrir en nuestro organismo. Es normal sentirse desconcertado durante ese último cuarto del recorrido, tanto si el cuerpo responde bien y tira más de lo que pensábamos como si empezamos a flojear y a experimentar debilidad.

MIEDO. Por supuesto, como en todos los ámbitos de la vida, en el maratón también está el miedo. Posiblemente sea miedo al fracaso, a no conseguirlo, a dejarse llevar por la fatiga y dejar de correr para ponerse a caminar. La aparición de dolores inesperados y las dudas que te acechan pueden causar temores en tu cabeza. Hay miedito a que eso no termine bien, y lo sabes.

AGONÍA. Si vas a por marca, es muy posible que en algunos momentos del recorrido sufras de manera agónica. Cuando vas con los parciales muy justos y encaras el tramo final del maratón sabiendo que no puedes bajar el ritmo –mientras tu cuerpo te pide que por favor lo bajes- aparece la agonía. Si ya sufre uno corriendo agónicamente en una carrera de 10 kilómetros, imagina en el maratón…

CONFIANZA. El sentimiento de confianza suele aparecer en el último cuarto de maratón e incluso una vez superado el muro. En ese momento, cuando el cuerpo te está respondiendo según lo previsto y ya quedan pocos kilómetros para la meta, tu cabeza empieza a asimilar que tienes el objetivo en la mano. Te sientes fuerte y con confianza. El trabajo de los meses previos se está notando y te visualizas llegando a la meta en unos minutos.

CULPABILIDAD. Sí, también hay tiempo para recriminarse a sí mismo haber llegado corto de volumen, o tal vez lo contrario: pasado de kilómetros. Cuando las cosas durante el maratón no marchan según lo previsto –que suelen ser en muchas ocasiones– es muy frecuente tener un sentimiento de culpabilidad por no haberlo trabajado adecuadamente una distancia tan exigente. Tranqui, es común.

FELICIDAD. Corremos para ser un poco más felices y el maratón no es ninguna excepción. El sentimiento de felicidad puede llegar en cualquier instante, cuando de repente te obnubilas en tus pensamientos y te das cuenta de que tienes la suerte de estar en medio de la ciudad haciendo lo que más te gusta, corriendo con salud, con alegría y disfrutando de tu tiempo libre de una manera saludable. Felicidad, sin más.

RABIA. Por desgracia, retirarse de un maratón no es algo tan excepcional, está a la orden del día. Es una distancia que no tiene misericordia con nadie y cualquier lesión, molestia fastidiosa o una simple deshidratación puede obligarnos a parar y abandonar. Es lógico sentir rabia porque han sido muchos meses de sacrificio y preparación para poder llegar hasta la meta, pero en el maratón hay cosas que se escapan de nuestro control. No pasa nada; habrá más oportunidades.

EUFORIA. Es un sentimiento muy frecuente en los comienzos del maratón, cuando estás fresco como una lechuga, contento por tener un dorsal en tu pecho y feliz por volver a encarar los 42,195 kilómetros. Pueden experimentarse episodios eufóricos también durante el recorrido, cuando tras un bajón notas que tu cuerpo se recupera y las buenas sensaciones continúan mientras los kilómetros avanzan. Por supuesto, al cruzar la meta también hay euforia. Para eso corremos.

RESIGNACIÓN. Cuando no podemos. Algo ha fallado en la preparación o quizá hemos hecho algo mal con la alimentación. Nuestro cuerpo no responde como debe y sabemos que es mal día para hacer un maratón, pero ahí estamos, penando sobre el asfalto. Es lógico resignarse, agachar la cabeza y continuar hasta la meta con un sabor agrio. No estamos disfrutando como queríamos, pero al menos queremos terminarla.

ÉXTASIS. El instante de la recta de meta y al pasar por el arco final. Cada corredor lo experimenta a su manera, lo externaliza o lo lleva por dentro, pero todos sentimos una especie de éxtasis, la culminación de un camino y una exaltación de las emociones. Hay muy pocas veces que uno experimenta ese sentimiento en la vida. ¡Aprovecha el maratón para hacerlo!

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