
Iniciamos septiembre con buenos propósitos. ¿Te suena? Y Eli Garabatos (que es muy aplicada ella) nos promete reflexiones recurrentes sobre esto de correr en la sección: Y si saben que corro, ¿pa’ qué me invitan?
“Si tienes miedo, si estás sufriendo, tienes que gritar y salir, salir corriendo.”-dice Amaral en una de sus canciones.
Más del 90 % de las canciones, textos o declaraciones que usan la palabra “correr” lo hacen con la acepción de huir, de escapar y, normalmente, de algo malo. Asocian la palabra “correr” a algo negativo.
Pasa la vida y todos los que corremos tenemos el típico amig@ que te dice: “¿Qué, tú corres? ¿Para qué, si correr es de cobardes?” (Chupito).
Yo os voy a decir una cosa: correr no es para todos los públicos. Primero, porque para empezar a correr hay que ponerse un poco a tono (lo de empezar a correr para adelgazar sin haber corrido en la vida es un melón que ya abriremos en otro momento).
Segundo porque, para qué negarlo, corriendo se sufre, sobre todo los primeros días. Esa sensación de que a los tres minutos se te sale el corazón por la boca, se te llena la boca de ese sabor metálico tan característico de antes de vomitar, piensas que se te va la vida en esas cuatro zancadas que acabas de dar… Tranquilos, la sensación mejora según te vas poniendo a tono y tu cuerpo se acostumbra (nuestro cuerpo es una máquina de ingeniería perfecta) a ese tipo de esfuerzo.
Lo que engancha de correr: que estás tú contra ti mismo
Pero ¡oh, sorpresa!, sigues sufriendo y… ¡te gusta! Doctor, ¿es grave? Pues no, no es grave. Es lo que engancha de correr: que estás tú contra ti mismo, contra tus pensamientos más oscuros o brillantes, contra esa cabeza que se pasa negociando contigo constantemente los kilómetros del día: “Que si hemos dormido muy mal, que si ayer nos pasamos en el gimnasio, que si hace mucho calor…”. Todo para intentar parar o bajar el ritmo en nuestra carrera.
Pero seguimos hacia delante, seguimos corriendo, seguimos sufriendo para aliviar el ruido del día a día, seguimos corriendo para huir mentalmente —en un momento de mindfulness precioso— de todo lo que nos sobrepasa en el día a día: en el trabajo, en casa, con nuestros amigos… Seguimos atándonos las zapatillas cada día, aun sabiendo que vamos a sufrir, porque el resultado nos arregla, porque las endorfinas nos equilibran, porque salir de casa a correr cuando no te apetece nada es una forma de demostrar a tu cuerpo quién manda y sentir que, al menos ese día, eso lo tienes bajo control.
Entonces, ¿es correr de cobardes? ¿Es huir algo necesariamente negativo? Yo diría que no. Aun así, estoy preparada para cuando vuelvan a decirme que correr es de cobardes responder: “Intenta seguirme el ritmo y huyamos juntos 😊”.